El caso de la “Manada” en España … No es abuso, es violación!

La sentencia que se acaba de hacer pública sobre el caso de la “manada” en España (la violación de cinco jóvenes a una chica de 18 años en los San Fermines de 2016 en Pamplona) ha puesto sobre la mesa importantes y alarmantes cuestiones convirtiéndose en un tema de debate a nivel nacional, que está traspasando nuestras fronteras para desembocar en un NECESARIO debate a nivel internacional.

El código penal vigente en España hasta la fecha “exige” la resistencia CLARA de la víctima para que una violación sea tipificada como tal, manteniendo vivos los más rancios mitos machistas y falsas creencias sobre la violación y la forma en la que es juzgada la conducta de las victimas antes, durante y después de la violación, que han alimentado el inconsciente colectivo de nuestra sociedad durante generaciones. De tal modo que se sigue haciendo recaer sobre la víctima la carga de la prueba “exigiendo” que quede documentada su clara negativa a la conducta pretendida y finalmente ejecutada, asumiendo que si la mujer no expresa un explícito “no” dio así su consentimiento implícito, cuando el único mensaje que todo hombre debería aprender desde la cuna -y los jueces juzgar siguiendo esta premisa-, es que solo cuando una mujer dice “si” explícitamente está otorgando su consentimiento, todo lo demás es un rotundo “no”, ya que de no ser así sería un consentimiento siempre viciado por la explícita o implícita intimidación que posibilita el desequilibrio de poder entre hombres y mujeres en una sociedad patriarcal y machista como la española.

En el comportamiento de la víctima de la “manada” -analizado en base a los 96 segundos de los videos que los violadores compartieron para alardear de su comportamiento con sus “amigos” en clave misógina y que fueron mostrados en la sala del juicio- los jueces concluyen que no se aprecia “violencia o intimidación” de una víctima que se muestra durante todo el tiempo paralizada y manejada por los cinco agresores. Una “intimidación” que los jueces no aprecian y que “necesariamente” ha de estar presente para que los actos fueran catalogados como agresión sexual (violación) y se impusiera la pena de 22 años solicitados por la fiscalía. Siendo finalmente tipificados los comportamientos juzgados como “abuso” (con el voto particular de uno de los jueces defendiendo la absolución de los cinco agresores) y rebajada así la condena a 9 años de prisión a cada uno de los imputados (de los cuales ya han cumplido casi dos años en prisión preventiva y una vez cumplida ¾ partes del tiempo de condena podrán beneficiarse de su incorporación al tercer grado penitenciario, que les permitirá estar hasta 16 horas por día fuera de la prisión en un régimen de semilibertad).

Las reflexiones que se derivan de esta sentencia arengan como nunca hasta ahora la necesidad de una urgente reforma de nuestro código penal, que el Ministro de Justicia ya se ha adelantado a proponer, y ya se ha nombrado la comisión encargada de hacerla efectiva, una comisión que está formada por 20 HOMBRES juristas. Sin duda una decisión muy desafortunada, no solo porque incumple el propio ordenamiento jurídico vigente en este caso la Ley de Igualdad de 2007 que exige la paridad en todas las comisiones y órganos de gobierno, sino porque una vez más muestra como el patriarcado sigue ejerciendo con mano de hierro el poder DE DECISIÓN y de forma específica sobre asuntos que apelan de forma tan sensible al bienestar y la libertad de las mujeres.

Esta sentencia muestra además indiscutiblemente el absoluto desconocimiento de los jueces de la “manada”  (dos hombres y una mujer) y previsiblemente de la mayor parte de la judicatura quienes no reciben formación específica sobre estos temas ni antes ni durante el ejercicio de sus responsabilidades como jueces, de cómo opera el “cuerpo” y la “mente” de una persona ante una situación que amenaza su integridad física, por descontado la psíquica, cuando se siente acorralada por cinco jóvenes en el rincón de un portal, envalentonados por la superioridad numérica y liderados por el que llevando tatuado en su cuerpo “la fuerza del lobo reside en la manada” ejerce de macho alfa indiscutible de la violación múltiple. No nos engañemos la violación no es un acto sexual, es un acto de violencia e intimidación con la que se busca el sometimiento y humillación de las víctimas a través del que el/los agresores obtienen el “placer” de sentirse superiores y poderosos.

Por tanto la violencia contra las mujeres en general y la violencia sexual en  particular nos habla del desequilibrio de poder entre hombres y mujeres en sociedades patriarcales y misóginas en las que las mujeres son relegadas al “segundo sexo” en palabras de Simone de Beauvoir, y cosificadas y objetivizadas para el uso y disfrute del placer masculino. Y mientras las sociedades en su conjunto no se comprometan con una rotunda transformación de su modelo de valores y creencias a través de una verdadera coeducación en la igualdad en la que los contenidos sobre sexualidad y genero estén incorporados a los planes de estudio desde la educación infantil, y siguiendo esta estela toda la sociedad se haga cómplice de este cambio, las mujeres seguiremos siendo víctimas de violaciones y en los juzgados las mujeres serán una vez más revictimizadas, cuestionándose y juzgándose nuestros comportamientos mientras nuestros agresores seguirán sin ser condenados.

La sentencia de la “manada” está desatando una ola de indignación y protestas que han llenado las calles en España de mujeres y también hombres (que ejercen un modelo de masculinidad que trasciende el modelo heternormativo tradicional), para decir alto y claro: “ESTO NO ES ABUSO, ES VIOLACION”. Una indignación que ha venido alimentada por el hartazgo de las mujeres españolas con la violencia machista y las desigualdades que en sus formas más hostiles, pero cada vez más en sus expresiones más sutiles, compromete el bienestar y la vida de todas las mujeres y en mayor medida de aquellas en las que se entrecruzan otras categorías (relativas a la raza, etnicidad, orientación sexual o clase social).

Un hartazgo que se hizo patente en las masivas manifestaciones feministas del pasado 8 de marzo, sin precedentes en la historia española. Y la onda expansiva de esta indignación está traspasando nuestras fronteras. Desde la Comunidad Europea como desde Naciones Unidas se han sumado las críticas y preocupación por una sentencia que no protege adecuadamente a las víctimas de la violencia sexual que sufren las mujeres y que sigue apuntalando el status quode una sociedad patriarcal y profundamente sexista, y las mujeres españolas están enarbolando la bandera de un enérgico BASTA YA.

 

(Photo Credit 1: El País / Jose Jordán) (Photo Credit 2: Público / EFE / Chema Moya)